Pueblo, Selva, Muerte

Oct 28, 2023

5 min

Barranquilla, Colombia

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En uno de ésos pequeños pueblos: secos, muertos y abandonados, que más parecen caseríos construidos sobre tierra de rompecabezas grana y prontos a convertirse en fosas arqueológicas en el horizonte; tras pasar muchos años de haber sido condenado al olvido, unos ambientalistas se sorprendieron de que especies amenazadas de aves migratorias empezaran a reaparecer en los cielos, ya enmarañados, de las ciudades medianas de su país.

Ilustración de Cielos enmarañados (Pueblo, Selva, Muerte)

Fue al ver éste suceso que los ambientalistas decidieron rastrear el lugar de reposo de éstas, en cierta forma, nuevas especies de aves migratorias para su territorio; al hacerlo, sus cuentas no daban sentido, ya que estimaban la zona de convergencia en un lugar casi desértico, rojo y abandonado, así que para rectificar cálculos, decidieron viajar a ése tan enajenado lugar para así sobrevolar el plano y posicionar la verdadera zona de descanso. Fue al momento de atravesarlo cuando se dieron cuenta de que la zona que creían desértica, ahora se había convertido en un territorio selvático, con grandes árboles frondosos, flameantes pastos extensos y fragantes flores radiantes que evidenciaban toda su belleza en conjunto con el hermoso verdor de todo su horizonte.

Ilustración de Frente a un gran descubrimiento (Pueblo, Selva, Muerte)

Los ambientalistas quedaron atónitos al ver esto, en un principio negaban lo que estaban viendo, no creían lo que estaban sintiendo, hasta el momento que un apasionado incendio nació dentro de su cuerpo y surgieron pensamientos alocados y temerarios con los que ideaban explicaciones radicales de la autopreservación extrema de la naturaleza, ideas que naturalmente los convencieron, sin importar riesgos, de bajar a investigar los nuevos paisajes de ésta zona selvática, que por algún motivo seguía inexplorada.

Pasaron tres días, en los que nuestros ahora extasiados ambientalistas se deleitaron sintiendo la fogosidad de la vida selvática dejando de lado su misión inicial, mientras preparaban papeles académicos para dar a conocer a todo el mundo su descubrimiento, y fue justo al estar documentando ésta, en uno de sus peligrosos paseos cotidianos navegando la hermosa naturaleza revisitada, cuando se encontraron con una casa casi intacta pero totalmente rellena de musgo y pasto, con las raíces de los árboles convirtiéndose en su segunda fachada y las lianas de ella haciendo de cortinas externas; su sorpresa fue inmensa, se preguntaban cómo o quién pudo haber construido ésa casa ahí, ¿Es que ya alguien sabía de su gran descubrimiento? No, dijeron rotundamente sintiendo un poco de ira, no era posible, ésta casa claramente ya había sido abandonada hasta el punto de haberse convertido en naturaleza misma, se decían sin hablarse los ambientalistas ya un poco más calmados, y fue cuando analizando detenidamente, se dieron cuenta de que habían muchas otras casas que se camuflaban con el mismo bosque, se escondían detrás del ímpetu de los árboles que entrelazándolos a casi todos, muchas se convertían en el corazón de las mismas, a resonancia de esto el palpitar de los ambientalistas comenzó a retumbar, como si de una situación de vida o muerte se tratara…

Ilustración de Leshy (Pueblo, Selva, Muerte)

¿Acaso habían descubierto un pueblo mítico en medio de una selva mágica? ¡Por Supuesto! Gritaron sus corazones en su último palpitar, y su certeza pudo agrandarse aún más cuando vieron a este extraño anciano de barba verde grisácea y remilgada caminando hacia ellos, sus corazones ahora callaban de asombro

¿Estaban viendo acaso un espíritu del bosque? ¿Era éste Bochica, Leshy u otro ser mitológico de los que tanto se habían burlado al escuchar tener cuidado en tantos otros pueblos que habían visitado? Eran preguntas que justo le hicieron los ambientalistas al anciano, a lo que él rio con ganas, después suspiró, se limpió las lágrimas de los ojos y luego, de una forma muy parecida a la que ellos hablaban, los invitó a que lo siguieran.

El anciano los dirigió hacia una casa grande y hermosa, de un color verde esmeralda que variaba hasta un color musgo profundo, pincelado de varias tonalidades y contrastes tan hermosos que hasta en cierta forma parecía un cuadro de Monet, pensaron al unísono los ambientalistas sin intercambiar palabras, entraron, el anciano buscaba en los alrededores de una repisa repleta de chécheres y papeles sin ordenar, mientras los ambientalistas curioseaban a su alrededor con la mirada, sin poder todavía repuntar sus latidos.

El anciano finalmente encontró una gran bolsa marrón y desgastada a la que virtualmente no le quedaba nada. Se las entregó y les pidió que la abrieran, los ambientalistas se extrañaron porque sintieron que no había nada pero luego del pequeño titubeo lo hicieron y se encontraron dentro de ella una pequeña piedrecita negra, la tomó uno de ellos dejándole la bolsa a su compañero y prosiguieron a examinar con detenimiento la misma, en muy corto tiempo se dieron cuenta de qué era en realidad lo que tenían en sus manos: –¿Una semilla? –Preguntó sin hablar uno de los ambientalistas, a lo que el anciano respondió: –Sí, es la última que me queda–.

Ilustración de la Última semilla (Pueblo, Selva, Muerte)

Los ambientalistas callaron, salieron y miraron a su alrededor, luego a los ojos blancuzcos y desgastados del anciano que de repente notaban de una enorme estatura que poco le tenía que envidiar a los árboles; intentaron negociar con sus pensamientos, pero finalmente las locas ideas se fueron al suelo y en su espacio fueron reemplazados la idoneidad del razonamiento, se sintieron deprimidos pero luego reconfortados, poco tenían que pensar, ya que veían en él la razón por la cual éste lugar había pasado de ser casi un desierto a una zona selvática inexplorada, y sin importar desde que ángulo lo vieran o razonaran, aún más se asombraban de ésta gran proeza realizada, ya que en cálculos rápidos estimaban que la fuente hidrográfica más cercana de hecho se encontraba a no menos de 3 kilómetros de distancia y por la frondosidad de la vegetación, altura y madurez de los árboles, el anciano había estado no menos de 60 años plantando y cuidándolos a todos, los ambientalistas no sabían por qué sentirse más asombrados, el cómo una persona había no sólo subsistido sino logrado todo esto por sí sola, o por la edad del anciano que habían visto en fotos desvencijadas dentro de su casa, tal vez no en su juventud pero si en su plenitud cercana a los 40 años sin aparecer paisaje alguno ni cercano a la selva en la que se encontraban, lo que los hacía pensar que el anciano, ahora de ojos verdes, gran altura, pies enramados y piel escamada podría rebasar el centenar de años…

O por qué, de hecho, al parecer todos los nativos de ésta patria se habían olvidado completamente de ésta tierra por más de 6 décadas y que ahora se convertía en uno de los lugares más mágicos jamás imaginados en éste país teñido de sangre y vergüenza.
O tal vez… por qué luego de experimentar tanta belleza, los ambientalistas se habían olvidado de apreciar sus latidos, y ése cálido sentimiento que una vez sintieron al sobrevolar la frondosidad del bosque al horizonte de un nuevo descubrimiento, se había tornado frío hace mucho tiempo.

Ilustración de Se había tornado frío (Pueblo, Selva, Muerte)

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