El Pueblo de Agua

Sep 28, 2023

24 min

Barranquilla, Colombia

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La brisa fuerte transporta la algarabía y el ambiente de fiesta despliega su cantar en varias partes del pueblo;

Se escuchan las radios y el recitar de los trovadores, pero lo que más resalta entre todos ellos es el cantar del estadio en el que se ha transformado la cancha donde juegan Avelino y los muchachos; sin embargo, Edilma y Roque están tan inmersos en su propia conversa que, sin notarlo, deciden ignorar todo este festejo que por el partido se ha formado.

–Ésa niña Luisa es que tiene una vitalidad impresionante –comenta Edilma.

–¡Que si no! Y ahorita el 31 cumple los noventa, ya quisiera estar así cuando llegue a esa edad –agrega Roque.

Se escucha un silbido en la cercanía, a lo que Enrique, que es el único que no ha dejado de prestarle atención al respirar del pueblo, comenta: –¡Ah! Ésos deben ser el Jose y el Manu –Sale a ver y observa una lancha Johnson que se acerca al planchón donde está la tienda–; efectivamente –piensa y luego dice: –¡Roque! Ya vengo. Voy aquí cerca a la escuela a ver lo de los retablos.

–Dale, no hay problema, me cuentas bien ahorita que me desocupe –le contesta Roque.

–Dale, nos vemos ahorita –dice Enrique–. Hasta luego Edilma.

–Hasta luego mijo –le responde Edilma y lo ven marcharse; unas manos saludando se ven desde la lancha y tanto Edilma como Roque le responden con las suyas. Edilma voltea nuevamente hacia Roque y retomando la conversa pregunta–: La niña Luisa es la madre del que llegó a jugar en el Junior ¿No?

–No es la madre, es la abuela del Mono –responde Roque–. No fue el mejor ni jugó por mucho, pero le dio lo suficiente como para montar su negocio allá en Barranquilla.

–¿En verdad? –pregunta Edilma por una respuesta que ya conocía, pero quería confirmar.

–¡Claro! ¡Y tiene que estar yéndole bien! Porque si no lo fuera, no seguiría allá en Barranquilla –decía Roque–. Es que te digo Edilma, yo vi jugar al Mono en su tiempo y tu pelao’ es mucho mejor que él.

–¡Es que hablas nada! –le interrumpe Edilma.

–Es en serio Edilma –continúa hablando Roque–. Tu pelao’ juega mejor, sino que es fosforito: se arde con facilidad, le hace falta disciplina. –Y como Roque vio que Edilma se estaba interesando en lo que decía, continuó hablando–: Tienes que empezar a interesarte cuando juega, deja de recriminarle tanto y ayúdale a que adquiera disciplina.

La reverberación del alboroto era ya tan grande que incluso a ellos se les hacía más presente.

–Pero qué, ¿Cómo lo hago? –preguntó Edilma un poco más alto intentando combatir el jolgorio cercano.

–Tienes que apoyarlo, dile cosas positivas, pero a la vez apriétale el mando allá en la casa, aunque no le ordenes sin motivo, hazle entender la razón por la que tiene que colaborar, explícale bien las cosas para que entienda por lo que se sacrifica uno, así poco a poco te coge más respeto, te va colaborando más y va adquiriendo disciplina, hasta que llegue el día en que no tengas que pedirle las cosas sino que te ayudará porque le nazca, pero otra vez te repito, tú también tienes que poner de tu parte y ayudarlo a que crezca en lo que quiere ser en la vida –respondió Roque sabiamente más que todo por la experiencia.

–Pero es que contigo la cosa es más fácil, porque tú sí tienes plata –le dijo Edilma–. Mientras que nosotros estamos es en la lucha del día a día y ni para regalarle los zapatos tenemos.

–Pero es que yo no dije que le regales cosas para que se sienta respaldado; apoyarlo puede ser tan fácil como ir a uno que otro de sus partidos de barrio o pregúntale cuántos goles metió cuando llegue a la casa, métele conversación para que se sienta apoyado en lo que hace –le dijo Roque a Edilma; ella se lo quedó mirando, luego le desvió la mirada y se quedó pensando por un rato, dejó salir un pesado suspiro y respondió–: Bueno, te voy a hacer caso, lo voy a apoyar pase lo que pase, pero quiero que me respondas algo con la mayor sinceridad –le dijo Edilma.

–Adelante Edilma, pregunta, que con la mayor sinceridad te respondo –le dijo Roque.

–¿De verdad crees que ése pelao’ pueda llegar a ser jugador del Junior? –preguntó Edilma.

–Nojoda Edilma, si el Mono pudo ¡Por supuesto que Avelino puede! Es más, si ése pelao’ se ajuicia y le mete disciplina a la vaina ¡Puede llegar a ser jugador de la Selección Colombia! –decía Roque mientras los ojos le empezaban a brillar–. Tú te imaginas, un pescador de Nueva Venecia poniéndose la camiseta de la Selección y defendiendo los colores ya sea en el Metro o en el país que sea ¡Nojoda que vaina linda! Sería, sin dudas, lo más grande que le pasaría a este pueblo –sonreía Roque mientras Edilma se contagiaba–. Y todos los días que jugara ¡Aquí se formara la tronco de verbena!12 ¡Y déjame decirte! Que si la selección ganara con un gol suyo, esto llegaría a convertirse ¡En cipote carnaval!13 Hasta el de Barranquilla le quedaría chiquito.

Edilma le respondió con una enorme carcajada de buen talante –Es que tú te metes sólo en cipote de películas –le dijo luego.

–Puede ser –le respondió Roque–. Pero si algo sé, es que todo lo que se hace con ganas y buena actitud sale bien, así parezca que van mal las cosas, al final salen bien, no ves a la niña Luisa, a ella la han operado a corazón abierto, tiene marcapasos, también la operaron de la cadera y sigue ahí ¡Firme! Caminando sola y bailándose todas las fiestas.

–¡Ahí sí es verdad que no puedo discutirte! Definitivamente es que su personalidad es lo que la mantiene viva –dijo Edilma respondiendo con sonrisas–. Como así van las vainas de seguro pasa de los cien.

Un Adela se escucha en el fondo.

–Para decirte, como es ella, yo creo que va a terminar enterrándonos a todos –dice Roque y se tira a reír acompañado de Edilma.

En eso sale Adelaida de la parte de atrás, le da la vuelta a la tienda y se pone en la entrada para decirle a Roque que las neveras quedaron listas, sólo falta esperar a que Jorge llegue con el encargo; saluda a Edilma, entablan una muy pequeña conversa y luego se despide de los dos, les dice que se va en chalupa con Mabel y Tomasa para verse con Nayibe y Gloria en la Iglesia, quieren ver si el Padre Luciano necesita ayuda en algo.

Cuando Adelaida se monta en la chalupa con Mabel y Tomasa, ellas los saludan brevemente, Roque y Edilma les devuelven el saludo, y cuando ya cogen un poco de distancia, Edilma comenta sin mirar a Roque: –Son cosas mías, o no está como que muy contenta.

Roque le responde con unas carcajadas y luego dice: –No son cosas tuyas, no está muy contenta: son por maricadas con el Padre.

–Ajá cuenta ¿Y qué pasó? –inquirió Edilma para conocer el chisme, deporte célebre y oficial de Nueva Venecia, pero Roque guardó silencio–. Ñerda,14 pero ¿Te vas a quedar callado ahora? –insistió Edilma–. ¡Pilas! Tira el cuento, como si aquí las cosas no se supieran.

–Bueno ya, te voy a contar antes que empieces con la jodedencia.15 –respondió Roque–. Es que el Padre Luciano ahora anda de arriba-abajo con ese grupo de santularias.16

–Pero eso no es nuevo –interrumpió Edilma.

–Seguro, pero ahora anda pidiendo plata dizque para arreglar la iglesia de la plaza pública –respondió Roque.

–Eche ¿Y qué carajos hay que arreglarle? –preguntó Edilma.

–¡Nada! –respondió Roque–. Si esa es la única construcción de ladrillo y cemento en todo el pueblo y hasta sigue pintada de blanco y rojo desde la última estrella que ganó el Junior ¡A esa iglesia no hay que arreglarle nada!

–Ese Luciano lo que quiere es cogerse la plata –dijo Edilma.

–¡Ahí diste en el blanco Edilma! –dijo Roque–. No recuerdas que desde que vino se la ha pasado con una caretrompá17 diciendo que se quiere ir, que hace mucho calor, que la gente no va a misa o que no colabora cuando asiste, que no le pagan las primeras comuniones o que no le compran el agua bendita, siempre andando con puros reniegos, que lo uno que lo otro y ahora anda pidiendo dinero dizque para arreglar la edificación más maciza de todo el pueblo, si ni siquiera el colegio está hecho con cemento.

–Nojoda más –exclamó Edilma–. Ahí es donde debería meterse plata.

–Así es –le apoya Roque–. Pero como los políticos ya ni se aparecen por acá porque no les creemos, y aquí todo el mundo vive es con lo que le alcance del día, lo único que se puede hacer es remendar las cosas cuando ya se están cayendo.

–Nojoda más, por eso es que el pueblo está como lo tenemos –dijo Edilma, a lo que luego agrega–: Nooo… Es que ése Padre nos salió ¡Bandido! Otro político más, ahora sí es verdad que estamos jodidos. –Edilma frunce el ceño y continúa la diatriba–: Él es el único que no ha colaborado en nada con el pueblo ¿Y viene a exigirnos dizque una ayuda? No… La verdad es que ¡No está ni tibio!

–¡Así es! y Adelaida me llega con el grupo de santularias a pedirme que colabore con esa petición, que porque yo soy el que más tiene aquí en el pueblo, que dizque para que yo sirva de ejemplo, que lo uno y que lo otro –dijo Roque.

–¡Pues tu esposa está mal! Tienes que hacer que razone y vea que ese Padre no es más que otro bandido, es más, quién sabe si de verdad sea Padre, porque se apareció un día cualquiera, sólo, y con una maleta en la mano que yo no sé de dónde. A mí me parece raro todo eso –dijo Edilma a lo que luego pregunta–: ¿A ti no te parece?

–¡Por supuesto! Y sobre todo porque pasaron como nueve años desde que se había ido el anterior Padre antes de él y no dejó razón de nada –agregó Roque.

–¡Agh! –dejó salir Edilma un fastidioso gemido–. Es que aquí ya no se puede confiar ni en los políticos ni en los padres. Ya nada es como antes, ahora todo el mundo sólo piensa es en la plata –dijo luego y quedó reflexiva pensando en los mejores tiempos de antes; empezó a recordar cuando no había tantas casas, cuando el agua no era salada, cuando los pescados eran más grandes, entonces hizo unas cuantas cuentas en la cabeza y enseguida le dijo a Roque–: ¿Nueve? ¿Hace tanto? No… que va, eso no fue hace tanto. ¿No recuerdas el Padre que apareció hace como cinco años que se instaló en el límite de las afueras del pueblo en vez de quedarse en la Parroquia?

–Sí, sí lo recuerdo, pero él no era Padre –dijo Roque.

–¡Cómo que no! No recuerdas que ayudó a que arreglaran el salón comunal del colegio, logró que realizaran un puente conectando los dos planchones y la parroquia hizo que la pintaran del color que sigue vivo ahora, además que hizo que se instalaran las dos bancas de concreto que siguen en la plaza –reclamó Edilma–. ¡Ese sí que era un buen Padre!

–Sí, sí yo sé, pero él no era Padre, el simplemente fue alguien que vino a ayudar y se fue, aunque sí parecía Padre, porque no se metía en problemas ni nada y era como sobrio y callado, por eso fue que todo el pueblo creyó que él era Padre, pero en realidad no lo era –dijo Roque.

–Ajá ¿Y tú cómo sabes? –le preguntó Edilma.

–Porque él me lo dijo: yo le pregunté; ¿No recuerdas que él en su casa hizo unas jaulas para criar jaiba? Fue el primero que empezó a criar jaiba por acá y me pidió ayuda para que le trajera unos materiales, así que Enrique y yo fuimos a instalarle la jaula, o bueno, a ayudarle, porque él era el que sabía toda la vuelta y fuimos nosotros los que terminamos aprendiendo siguiéndole sus instrucciones; ahí demoramos dándole un buen rato, así que en ese tiempo le pregunté varias cosas, entre esas, que de cuál parroquia había venido para acá a Nueva Venecia, y él me respondió que no era Padre, que era, y así me dijo: un nómada de la tierra buscando problemas para solucionar, tal cual, no lo olvido –contaba Roque mientras Edilma cambiaba la expresión de su cara–. Me dijo que había estado en varios pueblos, subiendo a contracorriente por el río Magdalena y cuando llegó a Sitionuevo en búsqueda de las chalupas fantasmas que tenían aterrorizados a los pobladores, ya que decían que al acercárseles a auxiliar a las barcas volteadas estas desaparecían dejando atrás sólo el intenso olor a flores marchitas; fue que se enteró de la existencia de nuestro pueblo y decidió venir simplemente para conocerlo; también me dijo que tenía pensado ir a Ciénaga, porque le habían contado que allí habitaba el diablo en una casona vieja y que quería ayudar a las almas que seguían penando en ella.

–¡Ira!18 ¡Es que inventas unas cosas! –le interrumpió Edilma.

–¡Palabra! –dijo Roque–. Palabra, así me dijo; yo cuando le escuché decir esa vaina pensé para mí mismo: nojoda éste man19 sí que es hablador de mierda, y me dediqué a terminarle el trabajo con Enrique, después no siguió contándome más cosas porque no le seguimos preguntando, sin embargo, al final cuando ya nos íbamos, el man me llamó y me dijo lo siguiente: cuando me vaya, deja libre a las jaibas. Así me dijo; mucho marica, pensé para mí mismo.

–¡Ahhh bien! Lo del cuento de las jaibas sí me enteré –dijo Edilma–. Eso pasó al mismo tiempo que hubo la mortandad de peces de hace cuatro años.

–Así es –dijo Roque–. ¿Sí recuerdas que la gente empezó a decir que ése man era un brujo? Un Padre del de abajo, y que él había envenenado el agua de la ciénaga porque justo cuando desapareció, al día siguiente empezó la mortandad de peces.

–¡Pero es que no hay otra explicación! –dijo Edilma exaltándose un poco–. Esa vaina de que se desaparece y al día siguiente se mueren toneladas de peces, eso no es para nada normal ¡Eso es cosa del diablo!

–Nojoda Edilma, ¡Tú si eres voltiarepas!20 –le dijo Roque con una carcajada.

Edilma empezó a reírse, a lo que luego dijo: –Eche y ¿Por qué?

–Porque hace nada estabas diciendo que el tipo era Padre y ahora dices que hacía negocios con el diablo –dijo Roque riéndose.

–Ah pues, pero ¿Qué otra explicación tiene? ¿O me vas a decir que tú no pensaste lo mismo? –le respondió Edilma riéndose.

–Bueno, pues la verdad sí, eso mismo pensé, es que era mucha coincidencia que los peces se murieran justamente cuando él se fue; sin embargo, también pensé en todo lo que hizo por el pueblo: el puente, la iglesia y el colegio, y no me pareció que alguien como él fuera responsable por esa vaina, además que esa no era la primera mortandad de peces que había sucedido en el pueblo –dijo Roque.

–Pero es que nunca hubo una como la de esa vez, eso fue teso21 ¡Teso! –dijo Edilma.

–¡Claro que fue teso! Pero ponte a hacer memoria: el viejo Basilio, el Erasmo Solano, el Senen, el Malfred y prácticamente toda la familia Moreno, que son pescadores de vieja guardia, desde hace rato andan diciendo que el agua poco a poco se ha venido pudriendo, que su color ya no es el mismo y los pescados ahora salen más pequeños; que toca adentrarse más a la ciénaga para poder pescar y para buscar agua dulce… ¡Uff, aún más allá! Porque de los caños ya no sale ni gota de agua dulce y para nadie es secreto que el agua de la ciénaga está totalmente salada y sucia –dijo Roque.

–¡Es que desde que terminaron esa Troncal del Caribe nos dejaron jodidos! –dijo aireada Edilma–. ¡Y para acabar de joder, los malditos finqueros que cultivan palma cogieron y desviaron los caños para tener agua dulce en sus fincas! Es que en verdad estamos jodidos de lado y lado.

–¡Así si es verdad que vamos a terminar ahogándonos en pura agua estancada! –dijo Roque–. Pero bueno, para seguir con lo que te estaba diciendo, pregúntate entonces ¿Y qué culpa tenía Meneses en todo eso?

–Pues la verdad, ya ni sé –dijo Edilma.

–¿Si ves? –Roque le pregunta con un ademán abriendo las manos, a lo que luego agrega–: Le estábamos tirando el agua sucia a la persona equivocada.

Edilma no le responde, simplemente se queda callada, pero luego piensa en algo y a Roque le pregunta: –¿Meneses? ¿Así se llamaba el viejo ése?

–Meneses es el apellido, no sé por qué, pero por más que trato no puedo recordar su nombre –dijo Roque.

–¿Meneses? –volvió a preguntar Edilma–. Meneses… Primera vez que escucho ese apellido por aquí, en este pueblo abundan los Camargo, los Cervantes, los Mejía y los Moreno, pero ¿Los Meneses? No conozco a nadie más con ese apellido.

–Estoy en las mismas –dijo Roque–. No conozco a otro más que al Meneses del que te estoy contando, y eso que he estado en buena parte de la costa ¡Y nada! Es como si ése Meneses fuera de los últimos de su familia en cargar con su apellido.

Los dos se quedaron en silencio, mirando cada uno hacia una parte diferente del vacío coetáneo que los hacía perderse inmerso en sus pensamientos; olvidándose rotundamente del barullo que se había convertido en rechifla y que se escuchaba en el mismo planchón de siempre, en la misma lejanía.


Glosario

  1. Tronco: Usado como interjección para ponderar algo. Regionalismo del caribe colombiano.
  2. Cipote: Usado como interjección para ponderar algo. Regionalismo del caribe colombiano.
  3. Ñerda: Abrev. «Mierda». Interjección del caribe colombiano para expresar tanto disgusto como asombro.
  4. Jodedencia: Acción de continuar molestando intensamente. Regionalismo del caribe colombiano.
  5. Santularias: Variación popular de «Santurrón». Regionalismo del caribe colombiano.
  6. Caretrompá: Abrev. «Cara de trompada». Usado para expresar que alguien permanece con la cara disgustada o enfadada, muchas veces reflejando su estado de ánimo, pero no necesariamente. Regionalismo del caribe colombiano.
  7. Ira: Abrev. «Mentira» utilizada como interjección. Regionalismo del caribe colombiano.
  8. Man: Anglicismo para referirse a un hombre.
  9. Voltiarepas: Abrev. «Volteadora de arepas». Se refiere a una persona que se cambia de bando u opinión muy fácilmente. Regionalismo del caribe colombiano.
  10. Teso: Adjetivo que denota que algo es complicado, ya sea de realizar o en naturaleza. También se refiere a la cualidad que tiene una persona de conocer muy bien un tema o de tener valentía. Colombianismo.

¡A éste cuento le falta un pedazo!

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