Los Pies en el Agua
La risa de los niños atraía el viento que con su aroma salado sazonaba al pueblo de buena energía, el buen ambiente se sentía y la felicidad poco a poco se atizaba.
Era 11 de noviembre y el viejo Roque desde ya tenía una presente sonrisa que por nada desdibujaba, sabía que ya empezaba una de las mejores épocas del año y feliz se preparaba poniendo en orden toda la tienda; surtía y acomodaba los nuevos productos que había recibido desde la mañana; de varias cajas sacaba adornos de colores, globos, confetis y papeles brillantes para fiesta, accesorios de plástico como coronitas, pulseras, cintillas, lazos, gafas, gorras, collares y unas cuantas máscaras baratas; pero más que todo tela e hilos de colores, pues estaba seguro que eso era lo más solicitado en toda la temporada. Mientras, en la parte de atrás de la tienda, donde el cuarto de almacenamiento se entremezcla con la casa, su esposa Adelaida estaba organizando, haciendo espacio y limpiando las neveras de icopor5, alistándolas para cuando su hijo volviera con un buen cargamento de cervezas por las que había salido bien temprano en la mañana.
En la tienda, desde ya se limpiaban las sillas y se había puesto en orden el área social con el televisor; esta era una de las muy pocas casas donde llegaba el fluido eléctrico, sin importar que la caja de fusibles se encontrara oxidada desde hace mucho tiempo; el viejo Roque era también uno de los únicos que poseía un teléfono celular en todo el pueblo, el segundo se lo turnaban su hijo o su primo-hermano, y el tercero le pertenecía al Padre Luciano. Enrique, el primo-hermano del viejo Roque, se había encargado de ayudarle a poner en orden toda la tienda, limpiándola y decorándola mientras que Roque, por su edad, atendía a los clientes mostrándoles las novedades del día, trabajando sin sacarse de la mente a su hijo: Jorge, que se encontraba en Sitionuevo por el encargo de cervezas con el que llegaría más tarde. Roque, entre las cajas y el enredo del día, ve que llega Edilma, una vieja conocida a quién le tiene mucha estima, detiene lo que hace, se acerca a ella y sin sacarse a su hijo de la mente con un abrazo la saluda: –¡Señora Edilma! ¿Cómo me le va?
–¿Cómo está señora Edilma? –pregunta Enrique después de Roque.
–¡Entonces Enrique! Viejo Roque todo bien –responde Edilma.
–Me alegra mucho –le responde Roque.
–Qué bueno oírlo –le responde Enrique.
–¿Y cómo va lo del transporte? –le pregunta Edilma a Roque–. ¿Has sabido algo de Jorge y mi esposo?
–Sí, hace como media hora hablé con Jorge –le dice Roque–. Me dijo que tuvieron que esperar por ahí como dos horas a que llegara el camión para abastecer el local donde siempre las compran, ¿Puedes creerlo? Y eso que allá en Sitionuevo les había llamado diciendo que hoy iban a hacer esa vuelta.
–Tú sabes aquí cómo es la gente de fresca –dice Edilma.
–¡Pero se pasan de frescos! Definitivamente es que la gente, es la gente –dice Roque, a lo que luego pregunta–: ¿Y entonces, todo bien en la casa?
Una pequeña algarabía se empieza a escuchar en la distancia.
–Sí, sí bien, lo único, tú sabes, el carajito de Avelino que se me la pasa escapando de las labores –dice Edilma–. Ahí me dejó la ropa mojada que tenía que colgar.
Roque sonríe y dice: –Entonces, ¿Se te fue para la cancha?
El grito de un gol se escucha en la distancia.
–Tú lo conoces –dice Edilma–. Ése pelao’ lo único a lo que le presta atención es a patear pelota.
–Pues por lo menos le presta atención a algo ¿No? –dice Roque haciéndole espacio a Enrique que sigue ordenando la tienda.
–Pues no sé, ese carajito por lo menos debería aprender a tirar atarraya, así como el hijo de Erasmo –dice Edilma.
–¿Solano? –le interrumpe Roque.
–Camargo –le responde Edilma–. Yo no sé qué va a ser cuando crezca, como si el fútbol le fuera a dar pa’ comer.
Otro gol resuena en la distancia anunciando el inicio de una buena fiesta.
–¡Quién sabe Edilma, quien sabe! Tu pelao’ es medio flojo con todo, pero con el fútbol, ahí sí es verdad que no es para nada flojo; es más, el pelao’ es bien bueno ¡A eso si es verdad que se la mete toda! –dice Roque–. ¿Sí o no Enrique? –luego pregunta.
–Con toda seguridad –responde Enrique–. Tu pelao’ tiene futuro, lo que le falta es disciplina, si le arreglas eso, de seguro puede llegar a ser futbolista.
–¡Agh! –responde Edilma con fastidio–. No sé la verdad, es que yo no digo que no deje de jugar fútbol por completo, sino que también aprenda a tirar atarraya, o por lo menos que ayude más en las labores de la casa, porque se la pasa es jugando con la bola ‘e trapo, o se me monta en una lancha y desaparece, o coge el planchón de los Camargo y se pone a hacer pinolas6 hasta que se lo lleva la corriente, y cuando regresa a la casa, es a comer y de una se devuelve a tirar pelota en la cancha cuando los otros pelaos salen del colegio.
–Buenas ¡Buenas! –interrumpe Efraín, un viejo pescador del pueblo–. ¡Habla Roque! Pásate una six-pack ahí.
–Pero sólo tengo en botella –le responde Roque.
–Todo bien, pilla la plata –responde Efraín extendiendo su brazo con el dinero en la mano.
–Pero ¿Se las van a tomar aquí? –pregunta Roque mirando hacia afuera, viendo a otras dos personas que se encuentran en una balsa.
–No nada, allá por la cancha, yo te traigo las botellas más tarde ¡Pilla! Destápame tres que con las otras yo me arreglo –responde Efraín alcanzando tres botellas con una mano y esperando las demás con la otra.
–Pero mira que me las traes completas o te las cobro en la próxima –le advierte Roque dándole las tres botellas abiertas.
–Todo bien –responde Efraín–. Nos pillamos.
–Dale, con gusto –responde Roque.
–Hasta luego –dicen Enrique y Edilma.
El jolgorio de la gente aumenta en caudal y su voz reverbera en el ánimo de aún más.
–Ahora sí, ¿Qué es lo que estaba diciendo? –se pregunta Roque en voz alta–. ¡Ah sí! –ya logró recordar–. ¡Pero métele carácter! Que lo que Enrique dice es verdad. Deberías ponerlo a que colabore un poco más en la casa para trabajarle la disciplina, sino que tienes que hacer que lo haga de otra forma ¿Sabes cómo?
–Cuenta a ver –dice Edilma, en el momento en que entran cuatro personas y se interrumpe la conversa.
–¡Niña Luisa! ¡¿Cómo se me encuentra el día de hoy?! –pregunta Roque con una sonrisa apenas la ve asomarse por la puerta.
–¡Ajá mijo! –responde con entusiasmo la niña Luisa–. Como si estuviera en febrero en Barranquilla con batola de colores y antifaz: ¡Monocuca!7
–¡Me alegra muchísimo! –responde Roque y luego pregunta–: Y ustedes Dayana, Petrona y Martín ¡Qué combo bacano el que tienen ahí!8 Cuéntenme ¿Cómo va todo?
–Pasándola bueno –responde Martín.
–Todo bien mijo.9 –responden Petrona y Dayana, a lo que luego saludan y abrazan a Enrique y Edilma.
–Y Cuéntenme. ¿En qué les puedo colaborar? –pregunta Roque.
–Mijo, estamos buscando la brillantera10 para las niñas y las carrozas del lunes, unas serpentinas, globos, cadenitas, como unas cinco coronitas y tú sabes, unas cuantas maricaditas11 para que las peladas y éste trío de perlitas salgan el 13 Fiesta de Reinas bien arregladitas –dice Martín.
–Pero nos tienes que buscar la fantasía más bonita para que nos veamos como ¡Todas unas reinas! –comenta la niña Luisa.
–¡Claro! ¡Cómo no! –responde Roque acompañado de las risas de Enrique y Edilma; enseguida se dedica a mostrarles buena parte del inventario que justamente le había llegado ese día; el grupo alegre se prueba la fantasía y bromean entre ellos a cada oportunidad que les llegan, así pasan un buen rato hasta que finalmente se deciden y compran una buena variedad; Roque, Enrique y Edilma recargados de buena energía se despiden del grupo que se monta en un bote, en el que Martín, con un palo se dedica a bogar para llevarlas a otra parte.
Glosario
- Icopor: Acrónimo de «Industria Colombiana de Porosos». Utilizado en Colombia para referirse al poliestireno expandido.
- Pinolas: Colombianismo usado para referirse al acto de hacer malabares con pies y piernas.
- Monocuca: Femenino de «Monocuco». Disfraz típico del Carnaval de Barranquilla. También usado en el caribe colombiano como expresión para manifestar alegría.
- Bacano: Adjetivo utilizado en Colombia para expresar que algo es muy bueno.
- Mijo: Abrev. «Mi hijo» Vocativo afectuoso que se usa entre familiares y amigos íntimos. Propio del caribe.
- Brillantera: Regionalismo del caribe colombiano usado para referirse a que algo es resplandeciente. También usado para referirse a prendas o collares brillantes.
- Maricaditas: Diminutivo de «Maricadas». Regionalismo del caribe colombiano usado para referirse a varios objetos o situaciones de menor importancia.