Libardo, que había presenciado los más grandes sucesos fantásticos en la regularidad de su pueblo y con el rutinario adventicio asensorial al cual estaba acostumbrado, se dio cuenta, en el momento más mundano al observar como las zaragozas se cocinaban en su propio jugo, de que los sucesos que detallaba como rutinarios, no lo eran, no lo eran en absoluto y con un gran estruendo, como si un necio bocachico se hubiese librado de sus opresoras atarrayas abofeteándolo con la única razón de mofársele en la cara, se había dado cuenta finalmente de la presencia de la irrealidad, de lo mágico, de lo fantástico, de lo imaginario, de todo lo extraordinario que sucedía en ése tan tranquilo y pequeño pueblo que lo había parido como fruta de tamarindo hace ya más de 23 años.

Libardo tras haber sucumbido al primer golpe que la realidad le había arremetido salió corriendo despavorido a tratar de demostrarles su nuevo e irreal descubrimiento a todos y cada uno de los integrantes de su casa con el más grande empeño, tratando de hacerlos ver que Carmelina de hecho sí fue violada por un monstruo horripilante y que ahora esperaba felizmente un hijo en el vientre suyo que la devoraba lentamente.
Que Bernardo, de hecho ya sabía de antemano como habría de morir ya que estaba a destiempo de nuestro tiempo y fue por eso mismo que se quedó ciego: claro, si veía todo antes que lo sintiera y escuchara, como podía ver algo si ya estaba muerto, o por lo menos muerto a su destiempo.
Que Lorenzo de hecho sí había reconstruido su casa más de cien veces, razón por la cual siempre que lo visitaban había cuartos y corredizos inexplorados, en los cuáles gracias a la inocente curiosidad de Antonella de jugar a las escondidas fue que terminó perdida entre las paredes inexistentes de otra realidad, una realidad que ya conocía Lorenzo, una realidad que desconoce la sangre recorrida entre las venas de la historia, pero que comparte el esplendoroso sabor de la irrealidad de la cual le había escuchado hablar tanto…

Y en fin de cuentas, que todos éstos eventos, no eran parte de lo que otros conocen como normales ni rutinarios, sino que eran sucesos extraordinarios que no deberían de pasarles a ninguna persona en ningún lugar del mundo.
Lo que hizo cuestionarse
¿En qué locura había vivido todo éste tiempo?
Por supuesto, las afirmaciones de Libardo tomaron sin sorpresa a los habitantes de su casa y de todo el pueblo, ya que tomaron su aparente locura como algo rutinario, desde luego, cómo era posible convencer a todos aquellos que pueden ver al mismo diablo encarnado, sacándole los ojos a las vacas para jugar bolita uñita e invitándolos para que jueguen con él como algo tan usual, como que la lluvia sólo se aparece si antes de ello aflora su aroma y que sólo llueve dentro de lugares específicos en las casas, convenientemente convertidos en duchas, para que sus dueños y señores nunca necesiten del acueducto que los gobernantes de turno siempre ofrecen al principio de sus campañas electorales, pero que nunca llega…

O que sólo llega si antes vendes parte de tu alma terrenal trabajando en los cultivos de palma africana, plátano verde o sentado mecanografiando hojas de papeles interminables, que al final de 4 años terminarán siendo mutilados y quemados en las fiestas locales como confeti para evitar la cobra de impuestos y revisión de las nuevas leyes estatales.
Así que Libardo, ante la impavidez de sus congéneres y el surgimiento de un extraño capricho incauto, decidió comenzar un nuevo camino, a pie descalzo, hacia tierras desconocidas frente a un crepúsculo que ya se formaba, en búsqueda de nuevas realidades… que compartan consigo, nuevas irrealidades.
